Ser reactivos: El costo de una conducta negativa

“La esclavitud elegida, es una prisión hecha por (…y para…) nosotros mismos”

Stephen Covey

Al hacer un viaje a través del tiempo y poder observar nuestras vidas, la forma en que se desarrolló esta, la forma en que se fue desenvolviendo nuestra existencia podemos comprender cómo nuestras elecciones, y la forma como decidimos actuar en un momento determinado, terminó definiendo nuestra realidad.

Podemos decir si desperdiciamos oportunidades, que si en aquellas épocas hubiésemos actuado de otro modo, quizás, lo más probable hoy contaríamos otra historia. Cuando los años van entrando en nuestras vidas, sumándose, acumulándose cada vez más, es probable que nos demos la fabulosa oportunidad de “ver las cosas de otro modo”. La vida, los años, la experiencia si queremos obviamente, nos dan perspectiva.

Alguno podrá argumentar que hoy ya pasados cierta cantidad de años eres muy distinto a aquellas épocas en las cuales no contabas con la experiencia con la que hoy sí cuentas. De allí viene aquella reflexión popular que goza de tan amplia aceptación: “Si volviese a tener 20 años, pero con lo que sé hoy, conquistaría el mundo”. Esta reflexión asume que, si se pudiese volver en el tiempo, o que si de tener unos cuantos años menos, pero con el nivel de conocimiento actual, todo sería distinto.

GRAVE PROBLEMA

«Acaba cada día y dalo por terminado. Has hecho lo que podías.

Sin duda habrá habido errores y absurdos; olvídalos lo antes posible.

Mañana será un nuevo día; empiézalo bien, con serenidad

y con tanto ánimo que no lo empañen las nimiedades de ayer.»

Ralph Waldo Emerson

A veces las vidas de algunas personas parecieran estar condenadas a repetirse. Como me dijo alguien alguna vez comentándome una frase sobre la cual había leído. Me decía: “el problema no resulta de tropezar con una piedra y caer, sino de enamorarse de ella, ponerse en pie, volver a donde se encuentra la piedra continuar y volver a tropezar con esta cayendo una y otra vez”

El problema es que “no vemos” ese modelo de conducta, el paradigma de donde emana esa manera de comportarnos, y por consiguiente, lo repetimos una y otra vez. “Si tuviera el conocimiento que tengo hoy, pero con 20 años menos, harías cosas extraordinarias” Lo curioso es que ese conocimiento ya lo tienes, hoy eres poseedor de ese saber, ¿por qué no lo haces ahora?, ¿qué te lo impide?

Poner como condición tener 20 años menos es expresar una gran excusa, pero justificada y adornada de tal modo, que ya se tiene una explicación, para seguir en las misma situación, sin sentirse culpables. 

Exige valentía ver las cosas desde otra perspectiva, vernos a nosotros mismos con distancia y ser capaces de evaluar de forma honesta nuestra conducta, para poder notar que a la larga, “somos nosotros mismos con nuestra manera de proceder quienes nos hemos traído hasta el lugar donde nos encontramos ahora en nuestra vida” Nuestra exigencia termina quedando a merced de las circunstancias, de las situaciones y vapuleados por las eventualidades terminamos viviendo existencias muy distintas a como la habíamos soñado.

Por eso en muchas ocasiones escuchamos a adultos decirle a los jóvenes que “pongan los pies en la tierra” en clara alusión que si siguen soñando se van a defraudar, pues la vida no es como uno se la imagina, dicen.

El padecimiento de nuestros prejuicios

¿Cómo las circunstancias nos sacuden? Cuando permitimos que estas rijan nuestra vida y renunciamos consciente o inconscientemente a ser condicionantes, es decir a decidir.

Lamentablemente dejamos ir la vida de largo cuando declinamos la oportunidad por demás extraordinaria de elegir.

Un ejemplo de esto es cuando las personas terminan dejando que su estado emocional dicte la calidad de sus vidas. Es la razón por la cual, encontramos individuos que al pasar por diversos estados emocionales en un día por ejemplo, se hace muy claro, cuál es la emoción rectora que dicta su conducta.

No contentos con eso, cuando la emoción es de esas que genera situaciones emocionales internas de furia, rabia, desconcierto, terminan proyectando su estado interior a las personas con las que se rodean. Nada más puedes suponer lo difícil que debe ser para empleados, hijos, parejas saber que su jefe, su papá, su mamá, el esposo o la esposa están con muy mal temperamento y hay que abrir un hoyo en la tierra para esconderse de los rayos y centellas que van a aparecer.

Otra forma de evidenciar que no somos quienes elegimos sino que por el contrario somos actuados, es que para algunas personas cuando leen esta reflexión por ejemplo, dicen que entonces habrá que suprimir las emociones. Típico.

Si no es blanco, entonces es negro. Entre el blanco y el negro hay una variedad extraordinaria de matices que podrían contemplarse y no sólo ser una especie de veleta sacudida por las emociones, o castrarlas hasta llegar a extremos que lleva a las personas a problemas psicológicos y que necesitan tratamiento profesional simplemente por no querer sentir, o estar en una afán de supresión emocional.

Héctor Leonardo Mora
contacto@hectorleonardomora.com

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